JOYA DE CEREN ( Parte 2 )
Por tanto, es posible que los pobladores de Cerén hayan tenido que producir excedentes de alimentos o herramientas para intercambiarlos con otros productos en San Andrés.
Los pobladores realizaban sus labores cotidianas, nada indicaba que pudiera ocurrir una erupción, pues el paisaje esta despojado de conos o cráteres volcánicos; sin embargo, sabemos que hubo un terremoto moderados previos a la erupción, ya que en zona oriental existen pequeñas grietas ocasionadas por movimientos tectónicos.
La aldea fue sepultada por cuatro a seis metros de cenizas.
La capa de materiales volcánicos no sólo cubrió por completo todos los edificios, sino que llenó acequias y pequeños drenajes, borrando así toda noción de la existencia de ese lugar.
Lava y ceniza sellaron de tal manera la zona que resultó inútil excavar.
Según dicen ni los roedores, ni los agentes naturales que suelen modificar las aldeas abandonadas lograron penetrar en la capa de ceniza volcánica convertida en piedra.
Tras descansar en la serenidad de su tumba de ceniza volcánica, el sitio fue descubierto en 1976, cuando un tractor nivelaba una pequeña cocina con el fin de hacer una plataforma para guardar granos en silos.
El conductor viaja a San Juan Opico a informar al Museo David J. Guzmán del hallazgo, espero 3 días hasta que el arqueólogo designado llegara, quien al descubrir la buena conservación de los pisos de tierra, de muros y aún de los techos de paja caídos, supuso que eran construcciones recientes.
Debido a que el Museo no podía hacerse cargo del mantenimiento de los restos arqueológicos precolombinos, y menos aún de construcciones que supuso recientes, autorizó que siguieran adelante las obras de nivelación.
De ahí se calcula que más de una docena de habitaciones fueron destruidas. En 1978, el arqueólogo Stanley Boggs hacia un estudio arqueológico del valle de Zapotitán, donde conversó con una familia cercana al sitio y le hablaron de reciente hallazgo que era una casa sepultada por cenizas.