Después de haber sido reconstruido, después de un decenio de guerra civil en la década de 1980, y de nuevo después de dos devastadores terremotos en 2001, El Salvador aún no puede quitar su mala reputación como el país más peligroso en Centroamérica y el continente.
No es necesariamente la amenaza de los terremotos que mantiene a los visitantes un poco alejados.
Tampoco se trata de las fuertes corrientes y contracorrientes que pueden haber que la Costa del Pacífico haciéndolas aguas muy peligrosas, incluso para los buenos nadadores.
Es cierto también que en las zonas de le interior del país, las minas terrestres sin detonar suponen un serio peligro para los excursionistas y mochileros. Por eso los conocedores guías de turistas, alientan a mantenerse fuera del peligro.
En El Salvador, la mayor disuasión existe en y alrededor de la congestionada capital, San Salvador, donde la terrible delincuencia callejera, el robo de automóviles y los ataques armados son muy comunes, mas que en cualquier otro país.